- ¿Quieres chocolate caliente?
- ¿Tienes malvaviscos? O sino, para ir a comprar mientras lo preparas -Una sonrisa traviesa atravesó el rostro del pelinegro.
- Anda a comprar mejor, no estoy seguro de tener.
- Bueno, vuelvo en seguida. Te amo.
El chico de cabellos castaños y contextura delgada se dispuso a ir a la cocina mientras su novia iría a comprar. Ir al mini market de la esquina no tomaría mucho tiempo y quería tener todo listo para Brendon, el vocalista de su banda y el amor de su vida.
Sacó el chocolate de la alacena y lo puso a derretir mientras ponía su música favorita en un volumen no tan moderado pero tampoco muy fuerte para incomodar a sus vecinos. Desde la muerte de su padre, se había puesto más consciente con su entorno. Ya no maldecía tanto, ya no se comportaba como un inadaptado en este mundo, ya no se fastidiaba con las multitudes y, por supuesto, ya no subía el volumen de la música como para que el vecindario entero escuchara Lucy In The Sky With Diamons.
Mientras tanto, Brendon maldecía a diestras y siniestras por el frío que hacia fuera. Nevaba como nunca y corría un viento helado muy fuerte. Al llegar a la tienda, se soltó un poco la bufanda para que se entendiera lo que decía.
Al llegar a casa de Ryan, el olor a chocolate junto con el agradable calor proporcionado por la chimenea lo invadió.
- ¡Ryro! Llegue. Traje malvaviscos pequeños para echar artos en nuestras tazas.
- ¡Perfecto!
El delgado y alto joven castaño se lanzó a los brazos de Brendon y lo besó como si no hubiera un mañana. Su boca sabía a chocolate y eso le gustó mucho a su afortunado compañero. Pronto se sintió prisionero por el cuerpo de Ryan y la puerta de entrada. Sus manos no esperaron para aventurarse por el cuerpo de su novio, con suaves caricias.
- Como quisiera que momentos así fueran eternos -Dijo Brendon al separar sus labios de su amante.
- Pero primero necesitas entrar en calor. Y mejor ahora antes que se enfríe el chocolate.
Ryan posó un suave beso sobre los carnosos labios de Brendon y volvió a la cocina para salir casi inmediatamente con dos tazones rojos, uno en cada mano.
Y desperté en medio de un desesperado llanto y la lengua de Hobo tratando de secarme las lágrimas.
- ¡Ay Hobo! Otra vez ese sueño... ¡Lo extraño! Maldita sea, como lo extraño...
Mi voz se fue apagando para seguir con llanto. Parecía un bebe llorando pero no importaba. Y la verdad es que ya no importa nada si él no esta.
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